SEVILLA 1965-1967
Estuve en el Colegio de los Remedios de Sevilla durante los cursos 65-66 y 66-67, compartiendo suerte con Javier María Bilbao y José Antonio Valencia, ambos de mi curso. El primero de esos dos cursos aprendimos mucho de José Eugenio García Albea y de Miguel Ángel Martínez y en el segundo, enseñamos lo aprendido a José Enrique Villacé y a Pedro Niño.
Fui Tutor de Medio y bajo mi responsabilidad trabajaba conmigo un magnífico profesor llamado Eloy Fonseca.
Los alumnos eran buenos chavales y generalmente cumplían, como mínimo aceptablemente, sus obligaciones académicas. Sentían pasión por el fútbol, el baloncesto y sobre todo, por el hockey sobre ruedas. También les gustaba mucho jugar a balontiro, balonfilas, pañuelo, minibasket, carreras «a gatas para atrás», relevos, cuadrigas, cucharas, velas… De muchos de estos juegos organizábamos campeonatos a menudo. Una de las amenazas que daban muy buen resultado para conseguir buen comportamiento en clase era la de apuntarlos en la «lista de los que no podrán participar el próximo sábado en el partido de hockey». O de lo que fuera.
La caligrafía de Rubio fue un método muy útil y muy provechosamente utilizado para mejorar la escritura. También hice un gran y persistente esfuerzo preparando multitud de dictados con frases forzadas del tipo de «ahí hay uno que dice ay», que también me dieron resultados excelentes.
En general todos los niños progresaban adecuadamente, asimilaban los contenidos y alcanzaban los niveles exigidos en todas las materias.
Formé un grupito selecto de una docena de voces increíbles para cantar canciones en forma de canon. También formé otro grupito con algunos que querían profundizar en sus conocimientos de flauta dulce, llegando a interpretar con ellos canciones muy efectistas.
Los domingos por la mañana venían a la Misa del Colegio, en la que todos cantaban las canciones que previamente les enseñábamos y en la que en muchas ocasiones se lucía mi pequeño grupito selecto de cantores.
Los domingos por la tarde, muchos venían al cine del Colegio para ver películas del oeste. No siempre conseguíamos nosotros permiso para ver la película con ellos.
En alguna pequeña libretita, que ha resistido el paso del tiempo olvidada en el fondo de algún cajón, he rescatado datos de los que entresaco algunos apellidos, que te transmito a continuación:
Albo, Alcantarilla, Alvarado, Alonso, Alvareda, Amate, Arévalo, Arizón, Avedillo, Baena, Babío, Balla, Ballabriga, Baquerizo, Beauchy, Becerril, Beloqui, Bendala, Benítez, Berenguer, Bermúdez, Bonilla, Bordóns, Brizón, Bugarín, Callizo, Campbell, Cano, Cañavate, Cañeque, Cañizo, Caracuel, Carbajosa, Cárdenas, Carpintero, Casal, Castaño, Castro, Ceballos, Cervera, Checa, Clavellino, Coello, Collado, Conejero, Contreras, Corrales, Cuberos, Delgado, D’herbe, Díaz, Duque, Elordi, Escalera, Ferraro, Ferrero, Flores, Galiay, Gil, Grau, Guichot, Herruzo, Hevía, Hidalgo, Holgado, Hoz, Ibáñez, Ibarrondo, Jurado, Landa, Lara, Leal, Liaño, López, Losa, Losada, Marenco, Mármol, Mascort, Masip, Mata, Medina, Mendoza, Merino (José Carlos Merino Macías, cuyos padres, “liados” con la organización de la Feria de abril de 1966, me metieron en la encerrona de, «por favor», tener que acompañar en coche de caballos a su hijo a casa, dando una larga vuelta turística por todo el barrio de los Remedios. Para pedirme disculpas me citaron, “a la hora de merendar”, en la caseta oficial del Ayuntamiento y no tuve “más remedio” que acudir), Montaño, Montenegro, Morales, Morón, Mula, Navarro, Núñez, Orellana, Ortega, Ortiz, Pichardo, Pinilla, Pompa, Prada, Quiles, Ramos, Rementeria, Reyes, Riscos, Rivas, Riva, Rubio, Sainz, Saldaña, Santana, Sanz, Serrano, Seva, Suria, Silva, Solar, Soldevilla, Tamariz, Tomeno, Torres, Toscano, Valenzuela, Valverde, Vallejo, Wilson, Zambrano, Zapata…
Estos eran los niños de MEDIO, repartidos en tres grupos de algo más de cuarenta alumnos en cada grupo. La mayoría de ellos fueron, por tanto alumnos míos.
Seguramente muchos de estos apellidos seguirán apareciendo en las listas actuales del Colegio, pues, aunque aquellos niños alumnos míos han cumplido ya los 60 años, ahora estarán sus nietos ocupando sus pupitres.
Para mí fue una etapa muy enriquecedora, de mucho trabajo y de grandes recuerdos. Allí empecé a fumar «legalmente», conocí, un poco por encima, la Feria de abril y, a fondo, la Semana Santa Sevillana y su inolvidable «Madrugá».
César Martín
Madrid 3-06-2020